lunes, junio 30, 2008

Una libreta negra

Más acertadamente era una carpeta, una carpeta negra que guardaba un block barato de cientos de hojas rayadas.

En cada renglón ella hacía las cuentas, era muy importante contar y sumar cada uno de los productos comprados en el súper, muchas veces los cajeros se equivocaban y con el recibo se tenía toda la evidencia para ir a reclamar. No tenía que ser inmediato, porque lo urgente como la leche conasupo, los desayunos DIF para los nietos ya los tenía, y lo otro menos urgente lo compraba cada martes en la esquina, en realidad lo de la libreta era para enseñar a la hija que cada peso significaba sacrificio.

Las hojas también servían para ejercitar la muñeca, círculos concéntricos y lineas zigzageantes eran las adecuadas, solamente practicando diario se podía tener una letra decente para poder firmar o dedicar las cosas, cuando no estaba la carpeta, se apoyaba en una servilleta que a decir verdad no era su predilecta, porque la pluma se sumergía demasiado y a veces la rompía, además de que sólo se podía practicar en un pequeño pedazo que bailaba. Este mismo ejercicio lo hacía su querido esposo, por supuesto que no le prestaba la carpeta, él tenía la suya, y así después de la comida se retaban en juegos silenciosos caligráficos.
Los nombres no podían faltar, renglones y renglones se llenaban de 5 palabras con letras entrelazadas, la segunda la más pequeña y la cuarta la que pasó a la posteridad.
Algunas veces cuando el cansancio vencía después de la hora de la comida, la carpeta funcionaba como almohada, cerrada y forrada interceptaba la cabeza intromisora, su querido prefería la cama y para las visitas existían los sillones convertibles. La nieta que recuerdo prefería el debajo de la ventana, aunque en realidad parecía que el sitio no importaba siempre y cuando la gata blanca descansara sobre su pecho, sorprendentemente nadie en la casa manifestaba desacuerdos con tan alarmante cercanía, ni cuando ambas compartieron parásitos en sus ojos y sus orejas, todos respetaban la amistad, situación que obviamente amabas agradecían.
Otras de las palabras que se veían en la libreta eran de vital importancia, ahí se escribían las pastillas y los horarios necesarios para el día, pasó poco tiempo para que las medicinas se acumularan y su hija tuviera que cambiar la lista por un protocolo modernizado que prescindía de pérdidas y tachaduras, era sencillo y amigable después de un tiempo, aunque a veces se recurría a la carpeta para cuando algún medicamento se volvía a recomendar o era necesaria la información para la automedicación de alguien más de la familia, así que para nada podía desaparecer de la mesa.
La vida no hubiera sido la misma sin sus hojas arrancadas que servían tanto para limpiar las manchas negras que antes eran amarillas como para dejar encargos o mensajes.
Ahora escritos sólo hay mensajes, la carpeta ya no resguarda garigoleados, números o letras infantiles, ahora hay párrafos con caligrafías distintas, encargos de autores diversos con motivos comunes, ya no sirve como bitácora práctica y necesaria, y ni siquiera sirve para su dueña, pareciera como si hubiera perdido todas sus funciones, únicamente sirve para los mensajes remanentes que quizá no fueron dichos en su momento, todos en una fecha, todos con un destinatario. Ahora su contenido es complejo y subjetivo que no será objetada ni escuchada.
Hoy sólo sirve para decir adiós.
Adiós libreta negra.

4 comentarios:

Ágata Trementina dijo...

Te abrazo y te quiero, gracias por este texto, que además de bien escrito es sumemente lindo

Anónimo dijo...

wow no pude evitar que me salieran las lagrimas... de esa libreta escuche hablar muchas veces... que bonita cosa has escrito manis. Te quiero

Carmenvalvi dijo...

Que bonito, que bonito...me hiciste llorar. Parece que desde muy chiquita viste cosas que otros no observaron. No puedo seguir, porque estoy llorando.

Anónimo dijo...

Adios libreta negra.
Vio