Ayer fue otro día de lectura y estudio. Estaba yo muy cansada de la noche anterior, otra noche sin razón en la que cumplía mi cuota de buena amiga y complacía con mis segundos a caprichos sin quejas y malas actitudes.
Ayer me dolía infinitamente la espalda y los ojos por estar tanto tiempo frente a un monitor, estaba aburrida del inglés y de las aseveraciones obvias llenas de contradicciones y necedades, de leer siempre bajo la misma estructura las mismas estrategias y las viciadas condiciones y respuestas, ya no quería seguir ahí, y recordé que había hecho una promesa y que tenía que llegar antes de las ocho a coyoacán, entonces decidí mejor dedicarle la última hora de ojos sin lentes al ciberespacio y a la dispersión.
Dieron las 7.30 y después de un cigarro y de dos llamadas fallidas para la plática nicotínica en el patio delantero tomé el coche de mi madre y me dirijí a la santa misa de fuego nuevo.
Llegué muy temprano, dio tiempo de estacionar muy cerca el coche y sentarme en la segunda fila junto con mi familia que entusiasmada me esperaba, "que bueno que viniste" me dijo mi padre sin darse cuenta que yo ya traía cara de arrepentimiento al ver a tanta gente arreglada y perfumada. "No es la primera vez" pensé haciendo alusión a las otras misas largas de semana santa que he asistido para complacerlos y a todos aquellos domingos en que he disfrutado los sermones adoptados como únicos pivotes escuchables.
Se apagaron las luces e inmediatamente un tronido distante atrajo la mirada de todos hasta el fondo del patio trasero, se trataba de una inmensa fogata que alumbraba hasta el altar y calentaba hasta los más viejos ahí presentes. "Ese es el fuego nuevo" me dijo mi hermana de la corte y por más que hacía un esfuerzo, no podía recordar ese ritual en las anteriores misas de resurección a las que había asistido, en ese momento no pude evitar sentirme en una secta, cuando voltié a mi alrededor y vi a tanta gente en la obscuridad con sus velas y caras aflijidas me imaginé que en cualquier momento íbamos a echar a alguien al fuego como sacrificio para que la tierra fertilizara, que los padres sacerdotes iban a invocar a los cuatro puntos cardinales e iban a bailar alrededor del fuego con cascabeles escondidos y micrófonos portátiles... Pero no fue así, se dijeron unas palabras que no alcanzamos a escuchar porque los parlantes estaban descompuestos y luego unos cuantos se acercaron a encender sus velas y pasaron el fuego a su prójimo, una a una se encendían las llamas y poco a poco se iba adentrando la luz y el calor al templo. Llegó nuestro momento, y cuando mi hermana entusiasmada me pasó el fuego dejé de sentir vergüenza y me alegré al pasársela a mi madre. El coro elevado tomaba muy en serio su papel de amenizaje y gritaban con júbilo las estrofas religiosas mientras que yo, con un calor entre las manos volteaba a todos lados sorprendida y aliviada y sentía un gran cariño a mis alrededores tremendamente alegre y comunioso, tanto, que como buena chillona que soy, me orilló a las lágrimas y empecé a cantar con entusiasmo como todos los demás católicos fervientes.
Comenzó todo con un canto, un canto judío (interpretado por un corista yo creo exjudío) largo y conmovedor de la historia del pueblo de Israel, luego se procedió a la lectura del génesis. Siempre que escucho la historia del Adán y la Eva me recuerda a mis clases en la escuelita que desde chica me ha enojado. Siempre me irritó la posición autoritaria del hombre ante los animales y las mujeres y el versículo nefasto en el que ponen a la mujer como desobediente y ambiciosa y no como lo que realmente hubiera sido: una liberadora y ansiosa de conocimiento. Mi mente se fue un poco a la discusión que tuve hace unos meses con una numeraria que me da cursos todos los lunes por la mañana de "la obra". Ella me explicaba del creacionismo y yo como buena maestra de biología trataba de hacerle entender que la evolución no podía convivir con el creacionismo, que ella no podía estar de acuerdo conmigo ni yo con ella y que no podíamos llegar a acuerdos porque la selección natural era una y 4.5 millones de años no podían ser menospreciados. En eso pensaba cuando cantaron de nuevo los salmos y yo me volvía a enojar con la iglesia y retomaba mis pensamientos anti-humanistas y pro-naturalistas y me desviaba al JNK y mi celular que no sonaba y a la imagen del Papa asustando a una paloma. De repente todos se pararon a orar y tuve que poner mi atención de nuevo en el altar y a los 6 pasajes bíblicos siguientes con sus salmos correspondientes y sus oraciones interventoras. Cada lectura individual acaba con un canto colectivo hermoso que me recordaba a las películas Gospel de negros entusiasmados bailando casi coreografías. Después se abrió La Gloria (¿sí se dice así?) y las luces se prendieron y juegos artificiales salieron de detrás de la cruz y los exoditos que estaban al lado del padre tronaron sus trompetas y eso dejó de parecer ceremonia para convertirse en una feria masiva de colores y alegría, yo no sabía si reírme o molestarme junto con mi madre por tanta "desfachatez" entonces decidí aplaudir como todos y gritar y festejar que por fin hemos sido "liberados".
Fueron muchos minutos de fiesta, el Padre sonreía y nos veía a todos exigiendo que hicieramos evidente nuestra felicidad... fue extraño, por momentos me sentía de nuevo en la prehistoria haciéndole rituales a los dioses del sol y la luna, pero por momentos me sentía muy acompañada y resguardada. Finalmente el relajito se acabó para dar paso a un bautizo que entre llantos de la bebé y risas de los jóvenes localizados a lado del altar concluyó de nuevo con un aplauso en conjunto. La familia de la bautizada regresó a su lugar y nosotros nos seguimos con los diferentes tiempos de la misa normal: el credo, la Eucaristía, el ofertorio, la comunión y concluimos con la bendición. Sin dejar pasar que el Padre Nuestro lo rezamos todos agarrados de la mano y que la paz se la dimos a toooodos los que estaba alrededor considerando a los de dos filas antes y dos filas atrás, mucha gente, mucha convivencia.
Todo el protocolo empezó a las 8.30 para terminar casi a las 12 y me sorprendió que en ningún momento había bostezado y de no ser por la distracción del principio casi no desvié mi atención y como pocas veces viví cada uno de los pasajes y diálogos. El ritual había fluido cómodamente. No comulgué, eso lo hace mi familia, yo no, porque casi siempre estoy en "pecado" y si no es en las convivencias de profesoras de la escuela en la que trabajo nunca voy a confesarme entonces por lo general no comulgo, sólo rezo y canto y espero a que mi familia regrese, pero debo aceptar que disfruté mucho la misa y más que la haya vivido con mis padres y mis hermanas. Tanta gente ahí reunida creyendo verdaderamente lo que hacían y poniendo su espíritu en conjunto me hizo olvidar por momentos a las hipócrecías en las que crecí y las discriminaciones por "católicas" que sufrí. Estar ahí acompañada de mis seres queridos sin importar tanto los regaños o mojaderas, me recordó que aunque los bailes y cantos y rituales sectarios son sólo accesorios para hacer conciencia de una espiritualidad innegable de la humanidad solitaria e incomprendida; lo más valioso desde mi punto de vista de todas las religiones es que siempre nos llaman para vivir en santidad y convivir en comunidad armoniosa y ayuda mutua (no estoy tomando en cuenta a los musulmanes, ellos hacen guerra santa y pierden mi respeto).
En fin, este domingo revaloré el significado de las palabras de mis maestras de la escuelita cuando decían: la iglesia no es un Dios sino somos todos nosotros.
Amén.