esos ojitos rojos

Esos redondos, cafés, sin delinearse y ensangrentados ojos rojos, llenos de preocupación y de angustia, llenos de miedo y de impotencia que me miraron, claramente, cercanamente y directamente con una exigencia de ayuda, ayuda simple y sencilla, pero que desde tus ojitos parecía el límite entre el peor de los ridículos y una salida respetable. Hace mucho tiempo que no me mirabas así, así entre iguales, no puedo negar que me sorprendí, pero ante tanta urgencia actué como debiera, a auxiliarte con la alarma por más absurda que pareciera. La sorpresa ante lo nunca antes visto, por lo menos desde ese ángulo, como si se te hubiera olvidado toda tu astucia, tu fuerza, todo lo que has logrado hasta ahora, como si olvidaras tus años, tu herencia, tu posgrado, tu omnipresencia y tu potencia.
Te sentí tan frágil como cuando ibamos en el tren con tu cabeza bailotando, sin rumbo ni fuerza deteniéndose sólo con mi hombro y mi vigilia, despertando a ratos sin ninguna cuerda conciencia, tan diferente a los últimos días en donde te engrandabas y tomabas libertades para escupir veneno, como si se nos hubieran olvidado nuestras últimas peleas donde no dejabas de humillarme y recalcarme lo inútil que era, como si la vergüenza que sentías era sólo necesaria para lamentarte y golpear mi historia.
Ahora se me olvida, se me olvida que quería dejarte, que ya no soportaba tu arrogancia, tus insultos, tu supuesto sacrificio, tu supuesto fracaso, tu supuesto lamentos, que sólo ocasionaban que equivocadamente te apuntara como culpable de mis supuestas fallas, que te apuntaba como responsable de mi depresión, de mi baja autoestima, de mi ambigüedad, de mi intermitencia... ahora sólo veo esos ojitos rojos que no los he provocado yo, y que no quisiera volverlos a provocar, tus ojitos rojos no te limitan, ni te denigran y mucho menos me hacen odiarte, sólo lo me recuerdan lo mucho que te admiro por ser tan temeraria y a la vez la persona más humana e importante de toda mi existencia.